Escuelas abiertas y seguras para frenar la desigualdad

Este año, el Día Internacional de la Educación* se celebra bajo el lema «Cambiar el rumbo, transformar la educación». Según Naciones Unidas, esta fecha es una oportunidad para mostrar las transformaciones más importantes que hay que llevar a cabo para hacer realidad el derecho fundamental de todos a la educación y construir un futuro más sostenible, inclusivo y pacífico.

Antes de la pandemia, la crisis educativa ya excluía a 268 millones de niños de la escuela, especialmente a las niñas. La COVID-19 ha llegado para complicar todavía más el contexto global y nos encontramos ante una emergencia educativa sin precedentes. Se han agravado las desigualdades de género y están en peligro los progresos logrados durante décadas en defensa de la infancia.

La irrupción de la nueva variante ómicron, que ha vuelto a aumentar las cifras de contagio en todo el mundo, ha alterado lo que parecía una lenta, pero esperanzadora vuelta a la normalidad. No obstante, y con todas las medidas que sea oportuno adoptar, esta situación no debe traducirse en el cierre de escuelas. Dicho cierre aboca muchas veces al abandono escolar, lo que, en consecuencia, aumenta el riesgo de que millones de niños, niñas y adolescentes sean víctimas de trabajo infantil, matrimonios forzados, embarazos adolescentes o sufran problemas de salud mental.

El coronavirus no es la única amenaza

Lamentablemente, y como apuntábamos antes, la COVID-19 no es la única responsable de la emergencia educativa. Los conflictos armados, junto con la crisis climática y la económica están provocando un aumento global del hambre: 41 millones de personas están al borde de la inanición y de la hambruna. Cuando las familias sufren económicamente, las niñas son las primeras en verse obligadas a dejar los estudios. Si se alejan de la educación, muchas nunca podrán volver a la escuela y desarrollar su potencial.

La escuela proporciona seguridad, interacciones diarias con amigos y amigas, acceso a servicios sanitarios básicos y, en demasiadas ocasiones, provee la única comida nutritiva del día para numerosos alumnos, según Naciones Unidas.

La suma de todas las amenazas que acechan a la educación nos recuerda que es preciso afrontar unidos las crisis actuales y aquellas que puedan surgir, intensificando la ayuda internacional y la cooperación mundial. Para transformar la educación y, consecuentemente, las sociedades, es fundamental que todos los actores implicados tengan voz: gobiernos, sociedad civil, educadores y estudiantes.

No podemos ni debemos dejar atrás a los colectivos más vulnerables. El mundo se enfrenta a un punto de inflexión en el que está en juego el progreso de la educación, lo que tiene efectos devastadores en muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en el cumplimiento de la Agenda 2030.

Mejor y mayor financiación

A través de nuestra campaña “Mil Millones de Voces”, desde la CME hacemos un llamamiento urgente para que los niños, niñas y adolescentes más vulnerables sean escuchados y no se queden atrás y promovemos la realización de acciones globales para abordar una crisis sin precedentes.

No podemos consentir que haya más retrocesos en la financiación de la educación, todo lo contrario. Por eso, instamos a los Gobiernos a que la consideren una prioridad real y se comprometan a aumentar y mejorar su financiación.

Es necesario unir esfuerzos para mejorar la calidad de la educación y reducir unos índices de desigualdad que, cada vez, son mayores. Desde la CME tenemos un gran reto por delante: visibilizar la necesidad de trabajar por el derecho a la educación a través de las voces de la comunidad educativa y sobre todo de los niños y las niñas.

Nos encontramos en una época excepcional, pero también crucial para no dejar a varias generaciones atrás, sin oportunidades de futuro. Por ello, tal y como se pide en el informe de la UNESCO sobre los Futuros de la Educación (publicado el pasado mes de noviembre), es necesario reparar las injusticias del pasado y orientar la transformación hacia la inclusión y la equidad.

 

* El 24 de enero fue proclamado como Día Internacional de la Educación hace cuatro años por la Asamblea General de las Naciones Unidas para celebrar el papel de la educación para la paz y el desarrollo. Ofrece un escenario mundial para afirmar que la educación es el mayor recurso renovable del mundo, un derecho humano fundamental, un bien público y un catalizador para lograr la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. También es una plataforma para promover nuevas ideas y acciones que puedan liberar el poder transformador de la educación para todas las personas y sociedades.