La educación ambiental: catalizador del cambio social

El pasado domingo 26 de enero se celebró en todo el mundo el Día Internacional de la Educación Ambiental, un día en que se conmemora la celebración del primer seminario internacional sobre  esta materia, que tuvo lugar en Belgrado en 1975. Se trata de una fecha señalada para la Campaña Mundial por la Educación (CME) ya que, como reflejamos en nuestros materiales y posicionamiento de la Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME) de 2019, consideramos que se trata de un eje fundamental de la educación en valores y un catalizador esencial de los cambios necesarios para garantizar la supervivencia de las personas y del planeta.

Educación y sostenibilidad medioambiental están indisolublemente unidas. Por un lado, el derecho a la educación se ve afectado por las consecuencias del cambio climático. Por ejemplo, el incremento de los fenómenos meteorológicos extremos y las denominadas crisis de desarrollo lento aumenta la vulnerabilidad de muchos países de bajos ingresos y repercute en sus sistemas educativos:

  • Interrupción del normal desarrollo del calendario escolar
  • Destrucción de instalaciones educativas
  • Puesta en riesgo de la seguridad física y el bienestar psicológico de las comunidades.

Además, los desastres naturales son la principal causa de la migración global interna y externa, lo cual afecta a los sistemas escolares tanto de los países emisores como de los receptores. No obstante, por otro lado, la educación es una herramienta que puede contribuir tanto a paliar las causas del cambio climático como a mitigar sus efectos. Así, se ha demostrado que la educación facilita que las personas  sean capaces de comprender los problemas medioambientales, darles respuesta y reducir su vulnerabilidad frente a sus efectos. Asimismo, es un proceso transformador que promueve los conocimientos y actitudes necesarios para materializar esos cambios de los patrones de producción y consumo que son imprescindibles para frenar el cambio climático.

Cada 26 de enero constituye una oportunidad para revisar en qué medida la educación ambiental ocupa el papel central que le corresponde, tanto  por su valor como elemento fundamental de una educación de calidad como en su función como herramienta de promoción de la sostenibilidad. Por primera vez en mucho tiempo, podemos decir que estamos de enhorabuena. Gracias en gran medida a la movilización de las organizaciones de la sociedad civil, por fin la crisis climática (y la educación como pilar para combatirla) ocupan un lugar prominente en la agenda política y social. Todos estos esfuerzos conjuntos se han materializado en algunas medidas prometedoras, como la declaración de emergencia climática por parte del Gobierno español el pasado 21 de enero, declaración que lleva aparejado un Plan de Acción de 30 medidas en las que, como no podía ser de otra manera, queda recogida la educación ambiental: “Reforzar la incorporación de los contenidos de cambio climático en el sistema educativo y a aprobar en el año 2020 un Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad” (medida 19). Si bien no podemos obviar que la eficacia de estas medidas dependerá de los tiempos y de cómo se materialicen en la práctica, no cabe duda de que estamos ante una buena noticia.

De todo ello estuvimos hablando la semana pasada junto a otras organizaciones volcadas en la educación ambiental en el programa radiofónico Ecogestiona, en el marco de una enriquecedora tertulia en la que compartimos visiones, retos y reflexiones (y que podéis escuchar aquí). Entre las principales conclusiones encontramos que la educación ambiental debe ser un marco transversal a todas las asignaturas y actividades de los centros educativos, que deben ser un ejemplo de gestión verde; otro de los principales consensos es que la educación ambiental no debe limitarse a los contextos de la educación formal, sino que debe permear al conjunto de la sociedad, incluyendo a las personas adultas, el sector privado y las administraciones. Por último, las intervinientes destacamos la necesidad de que la educación ambiental se convierta en una apuesta decidida de los representantes políticos y las administraciones públicas, que deben coordinar, liderar y dotar de fondos a las iniciativas en esta materia.

Mientras tanto, desde la sociedad civil seguiremos impulsando los avances en materia de educación ambiental, y exigiendo a los decisores políticos que cumplan con sus promesas, con el objetivo de que, el año que viene por estas fechas, tengamos nuevos motivos de celebración.