Día Internacional de las Personas Migrantes

Últimamente, parece que todos los días son el Día Mundial de algo. Del agua, de la educación, e incluso del retrete, que se celebró el pasado 19 de noviembre y sirvió para visibilizar la falta de acceso a instalaciones de saneamiento que sufren muchas personas en el mundo, y las consecuencias sanitarias que conlleva. Sin embargo, creo que pocos de estos “Días Mundiales” son tan necesarios, pertinentes y oportunos como el que se conmemora el 18 de diciembre: el Día Internacional de las Personas Migrantes.

un grupo de refugiados se dirige hacia la estacio¦ün de tren de Tovarnik en Croacia

La migración es un fenómeno tan viejo como el mundo, y me atrevería a decir que no existe ningún lugar del mundo cuya población no se haya conformado a través del aluvión, más o menos intenso y diverso, de personas de otros lugares. Según Naciones Unidas, la migración ha sido y es “una expresión valiente de la determinación individual de superar la adversidad y buscar una vida mejor”. Sin embargo, en los últimos tiempos las migraciones parecen suscitar preocupación entre la opinión pública, influida quizá por el desconocimiento de las realidades migratorias, el contexto de crisis económica y social y, sobre todo,  el áspero discurso del miedo que algunos se empeñan en instalar. Si bien la globalización y los avances tecnológicos han complejizado este fenómeno, en términos porcentuales no puede decirse que las migraciones hayan crecido exponencialmente. En 2017, el número de migrantes alcanzó la cifra de 258 millones, frente a los 173 millones de 2000. Sin embargo, la proporción de migrantes internacionales entre la población mundial es solo ligeramente superior a la registrada en las últimas décadas: un 3,4% en 2017, en comparación con el 2,8% de 2000 y el 2,3% de 1980.

En este contexto cabe destacar que, aunque muchas personas deciden migrar voluntariamente, hay millones de ellas que se ven obligadas a hacerlo por necesidades de distintos tipos: conflictos, fenómenos meteorológicos extremos, sequías, hambre, pobreza… En la actualidad, 68 millones de personas entrarían en esta categoría: 25 millones de personas refugiadas, 3 millones de solicitantes de asilo y 40 millones de personas desplazadas internamente. Es una cuestión que ocupa y preocupa al conjunto de la comunidad internacional, que en septiembre 2016 adoptó la Declaración de Nueva York sobre Refugiados y Migrantes, en la que se comprometía a proteger los derechos humanos de todas las personas refugiadas y migrantes; este compromiso se ha materializado hace apenas una semana con la aprobación en Marrakech del primer Pacto Mundial para la Migración, que aborda temas como el establecimiento de vías legales y seguras para la población migrante, entre otras cuestiones.

Desde la Campaña Mundial por la Educación, queremos reiterar nuestro compromiso con los derechos de las personas migrantes, y especialmente con su derecho a tener acceso a una educación equitativa, inclusiva y de calidad, máxime teniendo en cuenta que por ejemplo los desplazamientos forzosos afectan especialmente a los niños, niñas y jóvenes menores de 18 años, que constituyen el 51% de la población refugiada del mundo. En esta línea, y en el marco de la Semana de Acción Mundial por la Educación del pasado año, reclamábamos al Gobierno que recupere su compromiso de solidaridad y adopte las medidas necesarias para lograr que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) española alcance el 0,4% de la Renta Nacional Bruta en 2020, incrementando paralelamente el porcentaje de ayuda destinado a la educación básica, que se ha reducido en un 90% en sólo siete años, a través de la asignación a esta partida de, al menos, un 8% de la AOD. Nuestra segunda petición tenía que ver con la educación en situaciones de emergencia, que debería ser un pilar fundamental de nuestra ayuda humanitaria y a la que esperamos que nuestro país destine al menos un 4% de su presupuesto de ayuda humanitaria, aspirando a que dicha cifra alcance, eventualmente, un 6%.